martes, 16 de junio de 2009

¿De qué hablamos cuando hablamos de tiempo?

Yo me imagino a un tipo de unos, 43 años, trajeado, correcto, con facciones rígidas, peinadito con gomina (que antigüedad… Gomina!!!!!), rayita al costado, que siempre camina delante nuestro y procura no ser alcanzado. Inmutable con su portafolios marca Acme (siempre a punto de explotar), parece en constante potencia de desbandarse pero pocas veces lo hace. Buen tipo ciertas temporadas, otras un canalla que apela a su inteligencia y a nuestra maldita manía de ver las cosas a través del filtro de la desdicha, para divertirse con nosotros mostrándonos la vida desde el podio de los estragos que genera su paso. Habría que bajarle el copete a este señorito inglés, porque más de una vez se lo ha visto de parranda, despeinado, abandonando sus puestos de trabajo, alcoholizado y bajo los efectos de estupefacientes que esperan por ser legalizados. Existe un innumerable número de fotografías que se han publicado en los medios, en donde el muy guacho destila un dejo de humanidad, sólo cuando se relaja y nos da una tregua. Vale decir entonces, que podríamos pensar en él, como un simple funcionario del destino, un pobre empleado sin decisión, que cobra su sueldo por cumplir la tarea de mortificar a todas aquellas personas para las cuales, el transcurso de los minutos tiene un peso incalculado. No obstante, el hecho de ser un simple trabajador que recibe órdenes, no lo exime de toda culpa, ya que más de una vez se pasa de la raya, hace abuso de autoridad y le mete condimentos propios a determinadas situaciones, que empeoran considerablemente, el estado mental de los damnificados. Deberíamos ser menos flojos, menos dramáticos, pero se ve que llevamos un alto grado de novela en la sangre y así, tendemos al fatalismo del que se agarra el Sr. Tiempo para complicarnos la existencia. Encima, este tipo tiene experiencia y es un gran observador, hace de su trabajo un arte y de cada persona, un nuevo desafío. A algunos los agarra por el lado de la vejez, las arrugas, la flaccidez y todo eso; a otros, por el lado de las metas no alcanzadas o por alcanzar; a otros, por la permanencia en determinados contextos que pretendían ser pasajeros y se tornaron eternos; a otros, por la añoranza de épocas pasadas; a otros, por la espera de un futuro mejor; y así, tiene para hacer dulce, porque todos en algún punto, lo tomamos como referencia para conducirnos en la vida. Si no nos falta, nos sobra; si no nos corre, lo corremos; si no lo buscamos aparece, si lo buscamos se escabulle; si deseamos que pase rápido, se queda vilmente, si deseamos que pase lento, se va a la mierda… habría que verlo desde otro punto y preguntarnos quién juega con quién, porque releyendo esto, el mismísimo tiempo podría pensar que lo estamos tomando para la chacota, con este síndrome de “gatas floras” del que somos felices poseedores.
Tal vez si, tal vez habría que dar vuelta las cosas, dejar de tirarle la culpa al Tiempo y chusmearnos un poquito más adentro para conocer la verdadera verdura.
Después de todo, quizás el Tiempo sea solo tiempo y que pase sin pena ni gloria o no, no depende de él, sino de nosotros… he dicho!!