miércoles, 6 de mayo de 2009

HOY ME TOCA A MÍ… Palabras mías. Sobre “Lo que escribimos cuando se nos acaban las ideas”.

¿Y qué hacemos cuando se nos acaban las ideas? ¿Cuándo no tenemos siquiera una pequeñísima chispa encendida? Nada... no hacemos NA-DA... o al menos no hacemos nada que involucre las palabras creatividad, imaginación o artístico. Y cuando digo creatividad, no hablo de reemplazar la pimienta por el pimentón; y cuando digo imaginación, no hablo de cambiar los muebles de lugar; y cuando digo artístico no hablo de analizar un partido de fútbol... sin ánimos de desmerecer, no? Hablo de escribir una frase RE- LOCA, entendés??? (uhhhhhhhhhhhhhhhhh) (uhhhhhhhhhhhhhhhhhhh) (uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh)... (uh)
No, hablando en serio, es una cagada cuando quiero escribir algo “y no se me ocurre nada, entonces agarro la cuchara, el tenedor, el cuchillo, y me pongo a cocinar” (a lo Piti… uhhhhhhhh), solo que en mi caso agarro la cuchara, la taza, el azúcar, y me hago un café (doble, uhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhh). Doy vueltas, leo boludeces, llamo a mi mamá que se preocupa por mi nariz congestionada pensando que me dio la Gripe Porcina (o Cochina), me prendo un cigarrillo como si eso fuera a encenderme la inspiración (y en realidad solo enciende mi aspiración/humo), me siento en la compu, me paro de vuelta, voy a la heladera, me como un huevo de pascuas viejo yo solita, me da dolor de panza, me tomo un Alikal efervescente (es lo único que tengo), me liquido un litro de jugo de manzanas (para sacarme el mal gusto), me dan ganas de ir al baño (la manzana es diurética), me saco un granito al frente del espejo (debe haber sido el huevo de pascuas), me veo el flequillo largo, busco el teléfono de mi peluquero, no lo encuentro, agarro la tijera, me lo corto, me hago un desastre, cruzo al kiosco, compro invisibles, trato de enmendar lo que hice, no hay caso, vuelvo a buscar el teléfono del peluquero, no lo encuentro, llamo a una amiga estudiante de peluquería, no está en la ciudad, llamo al 110, me dan el teléfono del peluquero, lo llamo, no tiene turno hasta la semana que viene, me deprimo (el flequillo es un esperpento y parezco Chirolita), le escribo un mensaje a mi hermana (es lo único que puedo escribir) para que venga a tomar mate (le meto más al estómago), viene mi hermana, tomamos mates, comemos facturas (sigo siguiendo), se va, me vuelvo a sentar en la compu (con la ilusión de que se me prenda la lamparita), empiezo un renglón, no me gusta, lo borro, empiezo otro y otro y otro y así estoy como dos horas, voy a comprar verduras para hacerme una tarta, vuelvo, no tengo ganas de cocinar, me armo un sándwich de tomate y queso, prendo la radio, están hablando de la Gripe Cochina, empiezo a estornudar sin parar, apago la radio, dejo de estornudar, me conecto al Messenger, chateo con un primo que no veo desde hace años, no se que más preguntarle, le digo que estoy ocupada (escribiendo), le miento, me desconecto, agarro un libro de Feng Shui (me lo regalaron hace dos años y nunca lo leí), cambio de lugar algunos cuadros, armonizo el ambiente (uhhhhhhhh), me concentro (uhhhhhhhh), me desconcentro rápido, evalúo mi nivel de atención, es bajo, me prendo otro cigarrillo, empiezo a toser, lo apago, juego al solitario, pierdo, vuelvo a jugar, vuelvo a perder, pienso en el amor (afortunada en el juego no soy... uhhhhhhhh, loco), juego otra vez, gano, vuelvo a pensar en el amor, sigo empecinada en escribir, abro un archivo de Word nuevo, lo guardo en Mis documentos bajo el nombre de “Uhhhhhhhhh” (no se me ocurre nada más acertado), miro la pantalla en blanco, escribo dos renglones, no me gustan, los borro, escribo otros dos, también los borro, escribo cuatro, cinco, seis, doce, quince, veinte, muchos, termino de escribir, pude escribir algo (por fin), hago un repaso para ver la gramática, leo todo desde el comienzo, el texto empieza así:
“¿Y qué hacemos cuando se nos acaban las ideas? ¿Cuándo no tenemos siquiera una pequeñísima chispa encendida? Nada… no hacemos NA-DA…”.