miércoles, 18 de febrero de 2009

Palabras de Noelis. Sobre “San Valentín… Yo se quien es Valentín”

En respuesta a lo que escribió Lucas la semana pasada, quiero decir que yo se quien es Valentín. Valentín es un producto del mercado que debe llamarse así en honor al oportunista que lo inventó y a quien toda una sarta de “enamorados” le rinden culto económico en nombre del amor. Tal cual este señor lo debe haber planeado, todos los años una tropa desbocada sale a comprar desde chocolates hasta productos de los más costosos, para satisfacer las necesidades afectivas de sus parejas. El amor tiene lugar a festejo una vez al año y bien gracias, el resto de los días son insignificantes, y la cotidianeidad, que es la que permite construir una dupla sólida, queda obsoleta. ¿Dónde se ha visto semejante pavada? Respuesta: aquí señores, en este mundo. El amor también es una mercancía que podemos obtener con dinero o en caso contrario, perderlo si no le destinamos un monto determinado en este día taaaaan “especial”, porque no es cuestión de arreglar la situación con una florcita robada de un jardín, eh… Todo se mide en función de los regalos: mientras más invertimos, más queremos… aquí eso de “la intención es lo que cuenta” no corre. Tampoco vale obsequiar amor, si al amor ya lo tenemos!!! ¿Para qué queremos más amor? Si lo que nos hace falta es un anillo, o un vestido, o un collar, o un celular, o un auto… Que nos vienen con más amor!!! Si no lo podemos usar, si no lo podemos lucir y si no nos deja ningún beneficio. ¿No les parece que se han desvirtuado un poquito las cosas? Es como los que se casan y se preocupan más por la fiesta que por la unión de por vida; además, el estrés de que todo salga bien es tan grande que no ven las horas de que pase de una buena vez por todas. El amor no se llama San Valentín se llama amor y punto. En el último de los casos lleva el nombre de la persona que elegimos tener al lado, en la que depositamos nuestro afecto, y no se festeja el 14 de febrero, se festeja cuando se lo merece y se padece también cuando se lo merece. ¿O creen que todo es rosa? De ninguna manera. Hay momentos en los que pensar en un festejo agobia más que una crisis, hay momentos en lo que no se puede festejar porque no hay ganas de hacerlo, sea 14 de febrero o 2 de otoño. Basta de querer hacer una réplica de las novelas con nuestras vidas, esos amores no existen, no tienen lugar en la realidad y por eso están donde están: en la tele, en un mundo de ficción. Los amores que conviven con nosotros, los tangibles, los reales, son aún mejores que los novelescos. ¿Por qué? Porque sobreviven a pesar de no ser rosados, porque no son “ideales” y siguen teniendo vigencia, porque van más allá de un festejo o un regalo, porque siguen en pie con lo bueno y con lo malo, esos son amores de verdad. Basta de aspirar a cuentos de hadas en los que las cosas salen siempre bien, el amor se hace fuerte con lo bello y con lo que no lo es tanto, si todo fuera fácil lo construido sería débil, efímero y aburrido. ¿Cómo reconocer la alegría si nunca hemos sentido su contrapartida? Las victorias tienen un sabor especial cuando nos ha costado obtenerlas. Hay que hacerse amigo de la cotidianeidad y no sentirla como monotonía, porque si nos aburrimos o si dejamos de querer, no es culpa de ella sino de nosotros como pareja. Habrá momentos de éxtasis ilimitado y de llanura pampeana también… eso es el amor, elegir a alguien como viene de fábrica, sin necesidad de resignarnos a eso, solo aceptando que nos hemos enamorado del combo y quizás al cambiarlo, ya no nos guste tanto… he dicho.