sábado, 7 de noviembre de 2009

VENGO VINIENDO...

Hoy me he levantado pensando en la trascendencia que tienen las fotografías, en la cantidad de cosas que significan y en lo mucho que puede flashear uno mirándolas. Las fotos, representan para cada persona, un montón de sensaciones y tienen la capacidad de hacernos revivir instantáneamente ese momento, ese preciso momento en que fueron tomadas. Cuando vemos una foto no solo el pensamiento se mueve, el cuerpo presente se paraliza, para dar paso a aquel cuerpo, ese que vemos ahí, receptor de un montón de estímulos que ese día nos hicieron sentir de una manera determinada, y en algunos casos, irrepetible. Es increíble como uno, puede volver a ese rincón del tiempo y experimentar por unos minutos, lo mismo que experimentó ahí… vuelven los olores, los sonidos, el estado de ánimo, las compañías y por supuesto, los recuerdos.
Últimamente he estado desempolvando viejos álbumes (de cuando todavía las fotos tenían que ser reveladas para poder verlas), algunos añejísimos, otros no tanto… Me parece que lo he hecho buscando cierto reparo, que a veces se encuentra en una imagen que retrató un tiempo hermoso y la nostalgia hace sus movidas y nos lleva a desear volver; y otras veces lo retratado implica un impacto poco feliz, que nos conduce a darle a la vida que llevamos hoy, el valor (jaja...) que se merece.
Ayer estuve en la casa de mi abuela Gloria, la mamá de mi papá y sin que yo le dijera nada, como si supiera que ando mirando para atrás, trajo una caja llena de fotos en blanco y negro (del tiempo del ñaupa). Fotos de ella cuando era una niña, fotos de sus hermanos, fotos de su adolescencia, fotos de su casamiento, fotos sus hijos cuando eran chiquitos, fotos de mi papá… Como ya lo he mencionado en otra ocasión, mi abuela perdió a su hijo y yo a mi viejo, así que imagínense el quilombo sentimental que se armó!! Me empezó a contar historias increíbles, de cuando era un nene, me habló de su carácter, de sus amigos, de lo que le gustaba, de lo que no, de las cagadas que se mandaba, de las cosas que le habían causado gracia, de su miedo a la oscuridad, de las veces que se cruzó a la cama grande por un trueno, de los golpes en la bici nueva, del día que volvió embarrado hasta las orejas, del día en que se empezó a comer las uñas… ella hablaba y yo mientras, seguía mirando las fotos que me ayudaban a armar las escenas que ella me describía.
Mi viejo, en ese entonces un nenito, salía siempre contento en las fotos, en todas estaba riéndose, alegre, pícaro, lleno de vida, con un camino recientemente empezado y con muchos años por delante, e ignorando (obviamente) que ese camino no iba a ser nada fácil y que los años por delante no serían tantos.
Mi papá fue un tipo buenazo, un grande con una mirada poderosa y un corazón gigante… pero postergó o fue dejando en el camino, muchas cosas inconclusas… cosas que tenía ganas de hacer, cosas que le iban a hacer bien, cosas que por un motivo u otro, fue tirando para adelante (el famoso “mañana o el mes que viene, o el año que viene”) y sin reparar en esto de que “nadie tiene la vida asegurada”, se quedaron él y sus proyectos en la mitad del camino…
Si bien uno no puede manejar ese tipo de cosas, hay otras que solo dependen de nosotros mismos…. Yo no quiero que me pase lo mismo y he decido ponerme en movimiento para lograrlo...